La economía solidaria desde tiempos remotos ha estado presente desde los hombres primitivos que aprendieron a cooperar con la naturaleza, con el trabajo de la tierra y sus comunidades.

En Egipto los artesanos de los faraones crearon las primeras asociaciones a partir de la alta producción y comercialización. También en Babilonia se vio el intercambio y la venta de productos agrícolas. Mientras que en la América precolombina los mayas, aztecas e incas acogieron y dieron valor al trabajo colectivo combinados con la propiedad familiar y el trabajo individual.

Lo anterior, entre otros registros históricos demuestra que el modelo hizo parte del desarrollo de la civilización y de las evoluciones actuales. Sin embargo, su mismo concepto ha evolucionado y ha adoptado un sentir social, dando prioridad al mejoramiento de la calidad de vida de las personas, las familias y sus comunidades.

El valor generado tiene un inicio, pero no tiene un fin, sus principios de igualdad, solidaridad, relación con el medio ambiente, ayuda mutua, empleo, etc. hacen que la injustica, desigualdad, competencia y la individualidad sean reemplazados por una cultura de apoyo que beneficia recíprocamente a todos en algún momento.

Las organizaciones basadas en este modelo son comprometidas, colaborativas, sirviendo y ayudando a sus asociados y a su entorno, con acciones que han permitido la superación de las crisis y situaciones adversas.

La filosofía y la práctica solidaria han inspirado la creación de más modelos sociales como el cooperativismo y el mutualismo, siendo determinantes y necesarios para el desarrollo de las economías locales y nacionales.

Es por eso, que hoy por hoy el modelo de la economía solidaria es aplicado a nivel mundial y representa entre un 4 % y un 5% del PIB mundial, con el adicional que genera un valor a las personas.

Fuente: Organizaciones Solidarias